sábado, 30 de marzo de 2013

Mi juguete favorito

Ya os he dicho que vivo rodeada de "machos". Y digo machos y no hombres porque el cuarto es nuestro perro. Sirius llegó a nuestra vida como un regalo, y es algo literal porque se lo regalé a Miguel cuando aprobó su oposición. Necesitaba un compañero de carrera y de tiempo libre, y desde el primer momento se hicieron  uña y carne.

 
Seguro que os parece un dálmata precioso, que lo es, pero os aseguro que cuando era cachorro era escuchimizado y feucho, por eso nadie lo quería. Entre que fue el último de la camada en encontrar dueño y que su mamá había fallecido en el parto, hizo que fuera mío al instante.
 
Walt Disney hizo mucho daño a esta preciosa raza con su película "101 dálmatas". Sirius es un perro de niños, pero de los suyos. No le gustan los desconocidos, y todos los niños del barrio se le echan encima pensando que es "Pongo"... Pacientemente intenta huir en cuanto puede. Sin embargo, a los niños de su manada, los adora. Les chupa, les busca y deja que le hagan todas las perrerías. Eso sí, tanto Miguel como yo, intentamos no dejar nunca a los peques con Sirius solos sin vigilancia, en definitiva y por mucho que lo queramos, es un perro, y cuando un niño no mide su fuerza puede hacerle daño, y ahí sale el animal. Creemos que cuando la gente pierde la perspectiva de tratar a su perro como un perro convirtiéndolo en persona, es cuando empiezan los problemas de verdad.
 
 
 

 El perro es parte de nuestra familia y como tal nuestra responsabilidad. Pensamos las vacaciones buscando sitios en los que podamos ir con él e intentamos hacer planes al aire libre, aunque la lluvia últimamente no nos deja, para que Sirius disfrute como nosotros. Es cierto que queremos al "manchas" como le llamamos cariñosamente, como uno más, pero sabemos que es un perro, nada de sofá, nada de subir en las camas, nada de estar dando la plasta a la gente a la hora de comer para ver si le cae algo. Esta muy bien educado, pero tengo que decir que el mérito no es mío, sino de Miguel, que ha trabajado mucho con Sirius para adiestrarlo a nuestra manera. No queremos que nos traiga el periódico o que sepa hacerse el muerto, queremos que sea un buen perro.
 
 
Guille adora a Sirius, de hecho el otro día le dijo a la pediatra que era "Mi hermano Sirius"... pero también le he pillado tirándole del rabo, de las orejas, o intentando darle una patada. Queremos que nuestro hijo entienda que el respeto a los animales y a la naturaleza le harán mejor persona y más fuerte. Por eso sabemos que crecer al lado de un perro es de una gran ayuda para entenderlo.
 
 
 
La familia de Miguel siempre ha tenido perro, de hecho su hermano tiene dos. Sin embargo la mía nunca, y además no nos han gustado mucho, tuvimos el mejor gato del mundo y eso marca. Sin embargo Sirius ha entrado en mi casa como uno más, lo llevamos a Galicia a casa de mis padres y veranea con mis hermanos y sobrinos sin problemas. Mis hermanos nos invitan a sus casas sin importarles los pelos que deja, que son muchos, en sus alfombras, y mis sobrinos lo tratan como si fuera uno más.
 


 
Me acuerdo perfectamente la primera vez que Guille fue consciente de la presencia del perro. Estábamos en el cuarto azul, tumbado en su manta de juegos. Tenía unos cuatro meses y empezaba a escucharse a si mismo por lo que  no paraba de gritar... de repente se hizo el silencio, Sirius se había acercado a ver quién daba esos gritos. Guille soltó una carcajada deliciosa, y desde entonces ha pasado a ser su juguete favorito. Ese del que a veces te olvidas porque llegan cosas nuevas, pero al que siempre vuelves cuando necesitas un amigo.





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